Inicio Actualidad La situación laboral de las mujeres: entre lo invisible, lo precario y...

La situación laboral de las mujeres: entre lo invisible, lo precario y lo desigual

5320
1

Preparado por: Viviana Osorio Pérez
Encargada del Área Temática de Mujer Trabajadora de la ENS

En este informe que pretende ser breve, el Área Temática de Mujer Trabajadora de la Escuela Nacional Sindical presenta cómo se dio para el 2013 la participación de las mujeres en el mundo del trabajo y en qué condiciones, evidenciando una serie de problemáticas específicas en cuatro temas: precariedad, brechas de género, segregación horizontal y vertical de las mujeres, y la economía del cuidado. Un análisis más profundo se presentará en el Informe de Coyuntura y en el Informe Nacional de Trabajo Decente, los cuales se publicarán durante el 2014.  

La situación laboral de las mujeres muestra mayor precariedad

En América Latina la pobreza es cuestión de mujeres: En todos los países de la región la tasa de pobreza de las mujeres es más alta que la de los hombres; según la CEPAL, el índice de feminidad de la pobreza para las personas de entre 20 y 59 años de edad indica que la tasa de pobreza de las mujeres excede en un 30% o más a la de los hombres de edad similar. De otro lado, a medida que la pobreza disminuye en la región, las diferencias entre hombres y mujeres tienden a profundizarse, así que la superación de la pobreza no se está traduciendo efectivamente en el avance de las mujeres. En Colombia, al existir 4.5 millones de mujeres cabeza de familia y solo poco más de medio millón de hombres en esta posición, teniendo en cuenta además la menor participación de las mujeres en el trabajo remunerado, la precarización y la segregación horizontal (estereotipos en cuanto a las profesiones u oficios considerados como propios de las mujeres) y vertical (como por el limitado acceso de las mujeres a cargos de autoridad y las desigualdades salariales), la feminización de la pobreza parece ser un callejón sin salida.

Persiste la brecha de género en materia de participación y ocupación: Es clara la tendencia de cierre que presenta la brecha de género en materia de ocupación en Colombia. Para el año 2008, un total de 6’806.857 mujeres se encontraban ocupadas, mientras que en el 2013, un total de 8’742.299 mujeres se hallan activas en el mercado; esto representa un incremento del 22.1% en los últimos 5 años y de un 2.2% respecto del 2012. Sin embargo, la diferencia frente a los hombres en materia de participación y ocupación sigue siendo notable: para finales de 2013, la tasa global de participación fue 75,7% para los hombres y 54,6% para las mujeres y la tasa de ocupación fue  de 71,2% y 48,5%, respectivamente; esto significa que de 18.5 millones de mujeres que presionaron el mercado laboral, únicamente 9 millones lograron ocuparse, mientras que en el caso de los hombres lograron ocuparse 12.7 millones. Persiste pues una brecha de género en materia de participación del 21.1%, y de ocupación del  22.7%.  Sobresale que el 57,8% de los hombres inactivos se dedicó principalmente a estudiar, mientras que el 58,1% de las mujeres inactivas se dedicó a oficios del hogar.

Más de la mitad de las mujeres ocupadas considera que su empleo no está en coherencia con sus capacidades: En general, las mujeres tienen mayores dificultades para encontrar un trabajo remunerado y un 36.1% de aquellas que lo tienen consideran que se encuentran subempleadas, es decir, no están satisfechas con su trabajo debido a situaciones de empleo inadecuado, de las cuales el 54.6% consideran que su situación actual de empleo no se corresponde con sus capacidades y desean un empleo en el cual puedan sacar un mayor provecho de ellas; el 83.6% de las mujeres subempleadas manifiestan el deseo de cambiar de labor con el fin de mejorar sus ingresos y el 41% desea trabajar más horas por tener una jornada semanal inferior a las 48 horas.

Las mujeres presentan mayores tasas de desempleo: La tasa de desempleo para el total nacional se ubicó a finales de 2013 en 8,2%, donde la tasa de las mujeres (11,2%), fue superior en 5,2 puntos porcentuales a la registrada por los hombres (6,0%).  Aunque las cifras de desempleo para las mujeres presentan una discreta tendencia a la baja[1], se presenta muy por encima del promedio nacional y es mayor que la registrada en América Latina donde es del 7,9%, mientras que los hombres tienen una tasa del 5,6%. Pese al constante descenso del desempleo en la región en los últimos años y a la mayor participación de las mujeres en el trabajo remunerado, estas aún presentan mayores tasas de desempleo que los hombres, lo que indica que tienen más dificultades para encontrar empleo y que su situación en el mercado laboral no logra equipararse con la de los hombres, ni siquiera en contextos de crecimiento económico.

El cuentapropismo solapa la informalidad laboral de las mujeres: En Colombia, el 42% de las mujeres trabaja por cuenta propia. Esta es la categoría ocupacional predominante entre las mujeres en condiciones de indigencia y pobreza y suele ocultar situaciones de informalidad ya que por lo general es meramente un medio para la obtención de ingresos en el mercado informal sin que consista necesariamente en un emprendimiento formal y con protección social, por lo que implica un fuerte deterioro en las condiciones laborales de las mujeres y propicia su vulnerabilidad frente a la pobreza. Según la CEPAL, las mujeres colombianas, nicaragüenses y peruanas son las que más se desempeñan en esta categoría ocupacional, y en el caso de Colombia, la proporción entre trabajadoras por cuenta propia y asalariadas es similar. 

La tercerización laboral afecta a las mujeres: La participación de las mujeres como obreras/trabajadoras particulares no asegura su acceso a condiciones de trabajo decente: el uso ilegal de diversos tipos de contratos civiles y comerciales y del rediseño empresarial que desagrega procesos y fragmenta el capital, genera riesgos como el desempleo recurrente, los bajos salarios, la discriminación en virtud de las diferentes formas de contratación que coexisten en una misma empresa, el riesgo de desprotección social y la afectación en el derecho de sindicalización. Las empresas de servicios temporales son un ejemplo de ello: desligan a la persona trabajadora de la empresa formal y esto tiene como efecto la vulneración de derechos laborales a partir del encubrimiento de relaciones laborales directas. En este tipo de intermediación laboral las mujeres representan el 45% por ciento del total de las personas trabajadoras.

(Des)protección social: Según la información disponible, en Colombia únicamente el 29% de las mujeres ocupadas cotiza a cesantías y el 21.7%  a pensiones obligatorias en régimen moderado. En la región, la OIT señala que la cobertura de los ocupados en salud y/o pensiones era del 66.5% en 2011 (65.8% hombres y 67.5% mujeres) y para el 2012 estos eran el 67.0% (66.1% hombres y 68.3% mujeres), de tal modo que 3 de cada 10 trabajadoras/es de la región no tienen ninguna cobertura de seguridad social, ni de salud o de pensiones. De otro lado, en Latinoamérica existe un gran déficit frente a la generación de información en relación con la seguridad social para presentar en mayor detalle la situación en materia de protección social, como la OIT  lo ha señalado.

 

Las mujeres que habitan en áreas rurales presentan menores índices de independencia económica: Las mujeres representan el 50.6% de la población en Colombia. Del total de mujeres, el 21.7% habita en zonas rurales. En términos generales, aquellas que viven en áreas rurales tienen menor autonomía económica que las que habitan en áreas urbanas; asimismo, tienen menos acceso a redes de apoyo y una menor provisión de servicios de cuidado y salud. En Latinoamérica la proporción de mujeres sin ingresos propios en las áreas urbanas alcanza un 30,4%, mientras que en las áreas rurales llega al 41,4%.

En Colombia, año tras año, se abre más la brecha de género en materia de ingresos

La OIT ha señalado que resolver las brechas de género en materia de remuneración es fundamental, entre otros factores, para mejorar la división desigual del trabajo doméstico entre mujeres y hombres; contribuir a deslegitimar los estereotipos frente a las aspiraciones,  preferencias y capacidades de las mujeres para ciertos empleos; reducir su dependencia financiera y atacar la feminización de la pobreza; aumentar las pensiones de las mujeres y reducir el riesgo de pobreza durante la vejez. En Colombia, así se expresan las brechas:

Las mujeres, aunque más educadas, desempeñan menos roles de dirección y reciben menor remuneración: Por cada mujer que ejerce el rol de patrona o empleadora dos hombres lo hacen a pesar de que las mujeres tienen en promedio 1.1 años más de educación que los hombres y de que de que en Colombia 6.070 mujeres más que hombres han terminado estudios de educación superior. Trabajan 9 horas menos y ganan $176.097 menos que los hombres en promedio: los hombres reciben un 20.9% más de ingresos que las mujeres a pesar de ser más cualificadas; asimismo, el rol de patrón o empleador es desarrollado en un 72% por los hombres. De otro lado, la mayor concentración de mujeres en relación con los ingresos, esto es el 28.3%, se presenta entre menos de 0.5 smlmv, y el 51.7% de las mujeres ocupadas recibe entre menos de 0.5 y 1 smlmv. En el caso de los hombres se da una mayor concentración en el rango de  0.5 a 1 smlmv, y el 50.8% de los hombres ocupados  tiene ingresos de más de 0.5 smlmv a 1.5 smlmv. Así las cosas, sólo el 34.8%  de las personas ocupadas que devengan más de 1.5 smlmv son mujeres.

En Colombia la brecha de género en materia de ingresos de amplía cada año: En sentido opuesto a la brecha en materia de participación y de ocupación de las mujeres que viene presentando una reducción leve pero sostenida, la brecha de género en materia de ingresos se amplía cada año en Colombia: Para el 2009, los hombres ganaban 15.8% más que las mujeres, y para el 2012 esta cifra se había ampliado al 20.9%; así, la disparidad salarial se ha incrementado en un 5.1% en los últimos años. Este comportamiento opuesto de ambas brechas muestra que cada año más mujeres participan en el mercado laboral pero en condiciones de mayor desventaja y precariedad.

OIT: “Harían falta 75 años para que se cierre la brecha de ingresos en el mundo”: A escala mundial, se estima que la brecha de remuneración entre hombres y mujeres es de un 22,9 %; en otras palabras, las mujeres ganan un 77,1% de lo que ganan los hombres. Sin embargo, el alcance de la brecha de remuneración entre hombres y mujeres varía según el sector, la ocupación, el grupo de trabajadores, el país y el tiempo. Según la OIT, “al ritmo actual serían necesarios más de 75 años para hacer realidad el principio de la «igualdad de remuneración por un trabajo de igual valor» que se promueve en el Convenio sobre igualdad de remuneración, 1951 (núm. 100), ampliamente ratificado”[2]. Surge la pregunta de cuánto tardará en cerrarse en Colombia si la brecha mantiene una tendencia a ampliarse. 

Las mujeres trabajan en sectores menos variados y peor remunerados que los hombres

De la segregación laboral horizontal de las mujeres o del “estos trabajos están hechos para mujeres”: Cuando se observa la estructura laboral en América Latina, aparece que el 44,6% de las mujeres ocupadas se desempeña en el sector de los servicios (incluidos servicios sociales y financieros), mientras que solo un 20,5% de los hombres se emplean en este sector; por otro lado, en la construcción y la agricultura trabaja uno de cada cuatro hombres, pero  apenas una de cada diez mujeres ocupadas. En Colombia, casi tres millones de mujeres son empleadas del sector de servicios sociales, comunales y personales (en total, el 32% de las ocupadas), donde la participación de los hombres es únicamente del 11% de los ocupados; de este modo, el 68% de las personas empleadas en este sector, son mujeres. Asimismo, en el caso de las mujeres, únicamente hay dos sectores que concentran la participación de las mujeres de manera importante, sobrepasando el 30%: el primero, comercio/hoteles/restaurantes, y el segundo, servicios sociales, comunales y personales. Esta concentración provoca que exista una mayor oferta de mano de obra de las mujeres que ocasiona unos menores niveles de remuneración para ellas y que además obstaculiza el ingreso de los hombres a estos sectores asociados a lo femenino.

Existen 18 veces más mujeres trabajadoras del servicio doméstico que hombres, un trabajo por lo general realizado en condiciones precarias: El trabajo doméstico es, por lo general, precario, poco regulado y aún sin derechos sociales en la mayoría de los países latinoamericanos: actualmente 750.000 personas trabajan en el servicio doméstico en Colombia, pero sólo 8.000 tienen un contrato de trabajo. Pocos países en la región han ratificado el Convenio 189 de la OIT sobre el trabajo decente para las trabajadoras y los trabadores domésticos y aún no existen evaluaciones sobre su implementación. El 95% del trabajo doméstico en Colombia es realizado por mujeres; de este modo. A más de 600 mil empleadas domésticas se les reconoció apenas en 2013 el derecho a estar afiliadas a una caja de compensación y la posibilidad del pago de prestaciones sociales en el trabajo por días. Sin embargo, y a pesar de este avance en materia regulatoria para la protección social, queda el desafío de hacerlo efectivo y son fundamentales acciones para la integración de las mujeres a ocupaciones no tradicionales, así como para la realización del principio de igualdad de remuneración por trabajo de igual valor, en tanto esta ocupación es subvalorada socialmente y esto propicia la precarización.

La excepción de jornada ordinaria para el trabajo doméstico interno es discriminación hacia las mujeres:  En Colombia, la jornada laboral para el trabajo doméstico interno es de 10 horas frente a la jornada ordinaria de 8 horas; esta excepción de jornada máxima, consagrada en el numeral b del artículo 162 del CST, fue “limitada” por la Corte Constitucional a 10 horas, arguyendo que “la economía doméstica y la labor desempeñada en la misma poseen unos rasgos particulares que  Implican una disponibilidad de tiempo diferente y adecuada a las actividades familiares” [3]. Esto es producto de la subvaloración social que encuentra el trabajo doméstico en tanto es culturalmente considerado como connatural al hecho de ser mujer y no fruto del aprendizaje y la experiencia, por lo que es un caso claro de discriminación de género en el mundo del trabajo que adicionalmente limita las posibilidades de estas mujeres de acceder a otro tipo de posibilidades como las horas extras.

En Colombia no se realiza el principio de “igualdad de remuneración por trabajo de igual valor” y el Estado no ha acatado las recomendaciones de la OIT al respecto. Continúa sin reglamentarse la Ley 1496 de 2011 sobre equidad salarial: En los últimos años, la Comisión  de Expertos de la OIT[4] ha realizado observaciones en el sentido de que (1) la definición de este principio realizada en la Ley 1496 de 2011 “[…] no refleja el concepto de «trabajo de valor igual» […] [que] también engloba trabajos que son de una naturaleza absolutamente diferente pero que sin embargo son de igual valor”, y se señala que el principio debe verse plenamente reflejado en la legislación; (2) los factores salariales determinados en esta Ley, como “condiciones iguales de trabajo, de calificaciones y de rendimiento pueden servir como pretexto para pagar salarios inferiores a las trabajadoras”; (3) el Gobierno debe asegurar que “ la remuneración del trabajador durante el descanso obligatorio y las sumas o bienes que recibe el trabajador con el fin de ejercer cabalmente sus funciones, que según la Corte Constitucional no constituyen salario, sean percibidas por los trabajadores sin distinción por motivos de género, de conformidad con el principio del Convenio [111]”. Colombia no ha acatado las anteriores recomendaciones, a pesar de que se han reiterado en los últimos años y de que son fundamentales para desmontar estereotipos de género que propician la subvaloración del trabajo de las mujeres y favorecen su precarización.

La economía del cuidado está a cargo de las mujeres y es un obstáculo para la independencia económica

La medición y comparación del tiempo destinado al cuidado por mujeres y hombres realizada a través de la Encuesta Nacional de Usos del Tiempo –ENUT como efecto de la Ley 1413 de 2010, evidencia las desigualdades arraigadas en las familias y en la sociedad frente al cuidado entre  mujeres y hombres, que tiene un sustrato de género; asimismo, permite la visibilización del valor económico del cuidado y su aporte al crecimiento económico, además de servir como escenario para la formulación de política públicas. Los siguientes son algunos de los aspectos más sobresalientes de los resultados de esta Encuesta:

Las mujeres participan en un 22.4% menos que los hombres del trabajo remunerado, y un 26.3% más en el no remunerado: Según la ENUT, para el 2013 las mujeres participaron del trabajo remunerado en un 34.6%  en un día promedio mientras los hombres en un 57%. Frente al trabajo no registrado en las cuentas nacionales, o el trabajo no remunerado[5], esta participación es del 89.4% para las mujeres y del 63.1% para los hombres, proporción que apenas varía en días no hábiles, donde se sitúa en el 90% y 64.3% respectivamente.

La actividad en la que los hombres más participan son las de limpieza y mantenimiento para el hogar (33.4%), donde la participación de las mujeres es del 68.5%; el tiempo dedicado a esta actividad es de 56 minutos y 1hora 17 minutos respectivamente. La actividad de la que más participan las mujeres es de suministro de alimentos a miembros del hogar (72.4%) y actividades de limpieza y mantenimiento para el hogar (68.5%);

Las mujeres dedican más del doble de tiempo que los hombres a las labores de cuidado: Según la ENUT, el 34,6% de las mujeres destinan 7 horas 17 minutos al trabajo remunerado y el  89.4%, 7 horas 23 minutos al trabajo no remunerado. La diferencia frente a los hombres es notable: el 57% dedica mayor tiempo al trabajo remunerado (9 horas 5 minutos), y menos de la mitad del tiempo que las mujeres al no remunerado (solamente 3 horas 10 minutos). De este modo, las mujeres trabajan 14 horas 40 minutos en un día, mientras que los hombres trabajan 12 horas 15 minutos.

Las cargas del cuidado son mayores para las mujeres que habitan en zonas rurales: La participación de las mujeres en las labores de cuidado es mayor en las áreas rurales, equivalente a un 93% frente al 60% de los hombres. El tiempo dedicado a las mismas es también mayor: las mujeres dedican 5 horas 6 minutos más que los hombres; de forma opuesta, las mujeres dedican 4 horas 11 minutos menos que los hombres al trabajo remunerado, es decir, los hombres dedican el doble de tiempo que las mujeres a actividades por las cuales son remunerados.

Las cargas domésticas se mantienen para las mujeres en todos los niveles educativos: En el caso de las personas con un nivel educativo superior y de posgrado, la participación de las mujeres en el trabajo remunerado es del 48.4% frente al 61.1% de los hombres, y en el caso de las labores de  cuidado no remuneradas, la participación es del 87.9% y 70.1% respectivamente; así, incluso casos en los cuales las mujeres se encuentran cualificadas para participar en el mundo del trabajo, su participación se mantiene inferior a la de los hombres y la diferencia en materia de las cargas domésticas se presenta para ellas en un 17.8% más respecto de los hombres.

Frente a las mujeres sin algún nivel de estudios respecto de aquellas con estudios superiores hay una variación sustancial en la participación en el trabajo remunerado: el tiempo invertido se duplica (pasa de ser de 4 horas 36 minutos a ser de 8 horas 37 minutos), pero el tiempo dedicado a las labores de cuidado se mantiene en casi 7 horas. Esto indica que mientras una mujer sea más educada, más se abren sus perspectivas en el mundo del trabajo remunerado; sin embargo, continúa manteniendo las cargas domésticas, a las cuales las mujeres dedican 3 horas 13 minutos más que los hombres.

Las cargas del cuidado se mantienen incluso en edades avanzadas: Al abordar la participación en el trabajo remunerado y no remunerado desde la perspectiva de la edad, la diferencia más significativa entre hombres y mujeres se halla en el rango de 35 a 64 años, donde los hombres tienen una participación mayor en un 31.4%; también en este rango de edad se observa una mayor participación de las mujeres en el trabajo no remunerado, el cual asciende al 94.6%. Llama la atención que incluso en edades avanzadas, la participación de las mujeres se mantiene en un

84.2% mientras que la que corresponde al trabajo remunerado es del 17.7%.

Las mujeres adultas jóvenes tienen la mayor carga en labores de cuidado: Las mujeres entre los 25 y 44 años dedican 7 horas 56 minutos al trabajo remunerado y 9 horas 24 minutos a labores de cuidado, siendo la mayor carga frente a los demás grupos etarios; los hombres en este mismo rango dedican 9 horas 46 minutos en el primer caso, y 3 horas 54 minutos en el segundo. De este modo, las mujeres de estas edades trabajan 17 horas 20 minutos en un día, mientras que los hombres trabajan 13 horas 40 minutos.

FUENTES:

CEPAL (2013) Mujeres en la economía digital: superar el umbral de la desigualdad. Disponible en:

[http://www.eclac.cl/publicaciones/xml/3/51083/Mujeresenlaeconomiadigital.pdf]

DANE. Encuesta Integrada de Hogares. Mercado Laboral por sexo. Disponible en:

[http://www.dane.gov.co/index.php/mercadolaboral/segunsexo]

DANE. Encuesta Integrada de Hogares. Mercado Laboral. Empleo y desempleo. Disponible en:

[http://www.dane.gov.co/index.php/mercadolaboral/empleoydesempleo]

DANE. Encuesta Nacional de Usos del Tiempo –ENUT. Disponible en:

[http://www.dane.gov.co/index.php/estadisticassociales/encuestanacionaldelusodeltiempoenut]

ENS (2013). Informe nacional de trabajo decente – 2012. Disponible en: http://ens.org.co/apcaafiles/45bdec76fa6b8848acf029430d10bb5a/TD_2012.pdf

OIT. Seguimiento a la aplicación del Convenio 100 sobre igualdad de remuneración. Observación (CEACR) – Adopción: 2012, Publicación: 102ª reunión CIT (2013). Disponible en:

http://www.ilo.org/dyn/normlex/es/f?p=NORMLEXPUB:13101:0::NO::P13101_COMMENT_ID:307 7947

OIT. Seguimiento a la aplicación del Convenio 111 sobre discriminación. Observación (CEACR) – Adopción: 2012, Publicación: 102ª reunión CIT (2013). Disponible en:

http://www.ilo.org/dyn/normlex/es/f?p=1000:13100:0::NO:13100:P13100_COMMENT_ID,P11110 _COUNTRY_ID,P11110_COUNTRY_NAME,P11110_COMMENT_YEAR:3077913,102595,Colombia,20

12

OIT. Oficina Internacional del Trabajo. Conferencia internacional del Trabajo. 100ª Reunión. 2011.

Memoria del Director General. Informe 1(A). Una nueva era de justicia social. Pág. 17

EL TIEMPO. Octubre 19 de 2013.  Pobreza de las mujeres es 30 por ciento más alta que la de los varones. Por: Martha Morales Manchego. Disponible en:

[http://www.eltiempo.com/economia/ARTICULOWEBNEW_NOTA_INTERIOR13135080.html]

Vásquez, Hector. 2013. Una mirada al trabajo temporal en Colombia y a las empresas de servicios temporales. Agencia de información laboral ENS. Disponible en:

http://www.ens.org.co/index.shtml?apc=Na–;1;-;-;&x=20167432

[1] El DANE registra una tasa de desempleo para las mujeres de 15.81%, 15.64%, 14.43%, 13.74% y 11.2% en 2009, 2010, 2011, 2012 y 2013, respectivamente.

[2] OIT. Oficina Internacional del Trabajo. Conferencia internacional del Trabajo. 100ª Reunión. 2011. Memoria del Director General. Informe 1(A). Una nueva era de justicia social. Pág. 17

[3] Corte Constitucional. Sentencia C-372 de 1998.

[4] Los Convenios más importantes de la OIT en materia de igualdad de género son el 1oo y el 111, sobre la igualdad de remuneración y sobre la discriminación, respectivamente, ambos ratificados por el Estado colombiano y por tanto vinculantes. Periódicamente, la Comisión de Expertos de la OIT realiza seguimiento a la implementación de estos convenios y hace observaciones y recomendaciones a los Estados miembros para su implementación.

[5] Trabajo no comprendido en el sistema de cuentas nacionales, según la metodología de la ENUT: Actividades de servicio doméstico no remunerado al propio hogar, actividades de servicio de cuidado no remunerado al propio hogar; trabajo voluntario, directo (Servicio doméstico y de cuidado no remunerado para otros hogares y para la comunidad) e indirecto (Servicios prestado a través de instituciones sin fines de lucro que sirven a los hogares); actividades conexas como traslados relacionados con las actividades de trabajo no comprendido en el sistema de cuentas nacionales.

1 COMENTARIO

DEJA UNA RESPUESTA

Por favor ingrese su comentario!
Por favor ingrese su nombre aquí