{image}http://eldia.co/images/stories/010312/01.jpg{/image}Con el Decreto 4807 de finales del año pasado el Gobierno nacional reglamentó su supuesta política de gratuidad en la educación pública por medio de giros que se le harán de manera directa a las instituciones educativas , las cuales deben cubrir el transporte de los estudiantes; las jornadas extendidas, proveyendo a los alumnos de alimentación, transporte y materiales; los costos de grado de los bachilleres; y la elaboración de las certificaciones, boletines, agenda, manual de convivencia y carnés.
Esa política ha sido publicitada por todos los medios de comunicación, de manera que la mayoría de la población debe estar convencida de que es una maravilla. Imagínese, se acabaron todos los pagos en el colegios públicos desde preescolar hasta que el joven se gradúe de bachiller.
Pero tanta dicha no es cierta, ya que los montos aprobados para cubrir esos gastos son una ridiculez. Bueno, aparentemente son mucha plata: quinientos veinticinco mil millones de pesos. Pero como lo confiesa el mismo ministerio lo que llegará por estudiante será $65.000 en primaria y $95.000 en secundaria. Pero no mensualmente, como muchos deben estar creyendo, sino al año.
Es decir que por cada uno de los 200 días de clase que están en el calendario académico, para cada estudiante de preescolar y primaria llegarán $325. Sí, trescientos veinticinco pesos –lo que alcanza para una bolsa de agua-. Y en secundaria para los jóvenes alumnos se recibirán $475. Y con eso el presidente Santos y la Ministra Campos pretenden que se les brinde transporte, jornada extendida con alimentación, materiales, certificados, boletín, agenda, manuales de convivencia, carné y grado.
¿En qué estado mental estarían cuando hicieron esas cuentas? ¿Serán así de tacaños cuando hacen los contratos? ¿Cuánto gastarán o gastaron para la educación de sus hijos?
Preguntas que deberían responder en lugar de hacer alharaca con algo que no es más que propaganda.
Con esos recursos no hay gratuidad. Los colegios son sometidos a la miseria. Y, ya lo veremos, el Gobierno exigirá transporte, alimentación, etc. con los centavitos que manda. Eso es muy del estilo del presidente Santos, experto en hacer demagogia, tender cortinas de humo y echarle la culpa a los de abajo.
Porque, si estamos hablando de gratuidad, ¿dónde están los celadores, secretarias, bibliotecarias, servicios generales? ¿Dónde la dotación de escuelas y colegios? ¿Dónde la construcción de nuevos planteles? ¿Dónde los buenos salarios y la buena capacitación de los maestros? ¿Dónde los suficientes maestros, coordinadores, orientadoras para que haya calidad sin hacinamiento? Todo ello es imprescindible para que la educación sea de verdad gratuita y no una farsa.
Pero ahí no terminan los problemas, por el contrario, comienzan. La política de convertir a las instituciones educativas en empresas –como las famosas y muy quebradas ESEs del sector salud- da un paso adelante. Ese es el gato enmochilado de la falsa gratuidad. Y ya sabemos las consecuencias que tiene esa forma velada de privatización: el Estado se desentiende de sus obligaciones y a cambio da unas limosnas que harían sonrojar al más miserable. En consecuencia, el siguiente paso es el de transferirle a los colegios la obligación de pagar la nómina docente -igualito a lo que se hizo con los trabajadores de los hospitales-. De ahí para adelante la quiebra y la vulneración de todos los derechos.
Por ello los maestros colombianos debemos rechazar la falsa gratuidad de Santos, haciendo un gran esfuerzo para ilustrar a la comunidad educativa y al país sobre esa maniobra engañosa contra la educación pública y los derechos de los niños y jóvenes.