Mario Alejandro Valencia, Bogotá, marzo 6 de 2018
Hacer parte de un club de ricos no tiene nada malo. Lo grave es cuando no se es rico y se debe hacer enormes sacrificios para ser aceptado. Es justamente lo que le pasa a Colombia con el ingreso a la OCDE.
El presidente de la República quiere -antes de irse- colgarse esa medalla. El costo para acceder es muy alto. Desde los primeros acercamientos en 2008 hasta cuando se fijó la hoja de ruta en 2013, Colombia ha tenido que pasar por la evaluación de 23 comités, 230 instrumentos y dos aplazamientos. La prueba de que el país no cumple con los estándares está en que ningún otro miembro del club en toda su historia, ha pasado por tantas evaluaciones y aplazamientos como el nuestro. Aun así Santos sigue insistiendo y ha pagado millonarios contratos con recursos públicos, para la obtención de su capricho.
El conjunto de las recomendaciones para ingresar tiene como objeto reducir la función del Estado a la intermediación en los negocios privados, por medio de instituciones financiadas por los ciudadanos para que faciliten el papel de los grandes conglomerados económicos. Por ejemplo, en una exposición ante la OCDE el 22 de enero de 2018, el ministro Cárdenas afirmó: “nos embarcamos en una reforma profunda de la política sobre las empresas estatales para mejorar su gobierno corporativo y separar el papel del Estado como regulador y propietario”, es decir, entregando alguna de las dos al sector privado.
Asimismo, el gobierno ha aceptado recomendaciones de OCDE como incrementar el IVA a 19% y se ha comprado el discurso del club de que el salario mínimo en Colombia es muy alto, se debe subir la edad de pensiones e igualar la edad de pensión de hombres y mujeres, en un absoluto desconocimiento de la realidad nacional.
En efecto, Colombia no se parece a la OCDE, luego sus estándares no pueden simplemente copiarse y pegarse sin considerar el contexto. El gasto público social de Colombia es 2,5 veces más bajo que el del promedio de países OCDE, en salud es la mitad, la esperanza de vida al nacer son 6 años menos, la tasa de desempleo es casi el doble y la concentración de la riqueza colombiana es una de las más altas del mundo.
El 21 y 22 de marzo se discutirá nuevamente en Paris sobre el ingreso de Colombia a la OCDE. A las condiciones se sumaron recientemente las exigencias del gobierno estadounidense en materia de chatarrización de vehículos de carga para poder ingresar los fabricados allá y la actualización de la ley de derechos de autor para beneficio de sus corporaciones, que tanto promovió Vargas Lleras en el Congreso.
Es momento de frenar ese proceso y dejar en manos del próximo gobierno una evaluación más rigurosa sobre los costos y beneficios de ser parte de la OCDE. Ya suficiente daño le ha causado a la economía dos periodos de políticas de desaceleración económica, como para sumarle las demandas de un club de ricos en que el papel de Colombia es hacer el ridículo.