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Experiencias de países del Cono Sur muestran el camino y reivindican el carácter político de la lucha sindical, afirma Carlos Rodríguez, ex presidente de la CUT Colombia —Entrevista—

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{image}http://eldia.co/images/stories/280112/01.jpg{/image}Carlos Arturo Rodríguez Díaz ha sido un destacado dirigente sindical colombiano, ex presidente de la Central Unitaria de Trabajadores (CUT), quien actualmente hace parte del Equipo de Trabajo Decente y Oficina de Países de la OIT para el Cono Sur de América Latina , con sede en Santiago de Chile, la cual cubre actividades en Chile, Paraguay y Uruguay, además de aquellas con el MERCOSUR.

Aprovechamos la reciente visita que Rodríguez  hizo a Colombia para entrevistarlo y conocer sus opiniones y visión acerca de los cambios que en la cuestión laboral y sindical se han dado en los países del Cono Sur, cambios que en los casos de Brasil, Argentina y Uruguay han sido profundos, progresistas y aleccionadores para el resto de Latinoamérica. También se refirió a la crisis europea y a asuntos de Colombia.

Desde su posición en la OIT, ¿cómo percibe la crisis económica que golpea fundamentalmente a Europa, y su efecto sobre los trabajadores?

Está en crisis la globalización montada sobre el modelo neoliberal, que como sabemos sobrevaloró la capacidad de los mercados para autoregularse, subvaloró el rol del Estado en las políticas públicas, devaluó la dignidad del trabajo, lo mismo que la protección el medio ambiente y los servicios públicos.

A la crisis financiera, que continua, se sumó una crisis más aguda que es la de la deuda soberana. Los bancos están demandando a los Estados cumplir con la deuda, y los gobiernos de Europa están afianzando una política de recortes sustanciales del bienestar de la población, con enormes dificultades. Los papeles están cambiando: antes las huelgas se hacían para conseguir derechos, hoy se hacen para respetar derechos.

El caso de España es elocuente: se había hecho un acuerdo de diálogo social entre el movimiento sindical, el empresariado y el gobierno, pero el empresariado se sustrajo a este acuerdo cuando vio que iba a ganar las elecciones. Dice que hay que promover la solución jurídica de los conflictos y no reiterar en el diálogo social, cambiando lo que tradicionalmente hacía.

¿Le ve salidas a la crisis europea?

La salida tiene varias dificultades. Una, es que el liderazgo internacional es débil. La ONU, al parecer, diluye su norte, inicialmente es reemplazada por el G-8, luego por el G-20, que son los que han tratado de buscar salidas. Alemania y Francia han asumido el liderazgo de la Unión Europea, pero Alemania, que tiene una capacidad industrial y económica formidable,  su herencia la hace andar con pasos suaves. Aún se recela de su liderazgo.
Otra dificultad es que para enfrentar la crisis Europa no ha adoptado medidas anticíclicas. El Cono Sur de América demostró que medidas que están en contra del modelo neoliberal, como son una mayor inversión en infraestructura y construcción de vías, aumentos salariales por encima de la inflación para aumentar el consumo interno, dan resultados, posibilitan generación de empleo.

Pasemos al panorama laboral y sindical de América Latina, empezando por el país líder. ¿Cómo ve a Brasil?

Con el presidente Lula se inicia una nueva visión del cambio social. Sentó las bases para lo que hay hoy, a pesar de las críticas de los economistas de derecha y los maximalistas de la izquierda. Hoy en Brasil la cobertura de la negociación colectiva llega al 58%, y la tasa de afiliación sindical es del 21%, cuando antes de Lula era 4%. Hay 21 millones de trabajadores sindicalizados, con una participación muy importante de las mujeres, que han fortalecido la dinámica y la capacidad sindical. Lo otro es que la inspección laboral ha tenido avances sustanciales, tanto en la innovación tecnológica como en la capacitación para los inspectores. En  cuanto al tema salarial, existe una política de Estado de aumento de salarios acordada con el movimiento sindical, con miras a estimular el consumo interno. En el 93% de las 356 negociaciones colectivas realizadas en el primer semestre de 2011 se acordaron reajustes salariales por encima de la inflación. Brasil demostró que aumentar salarios sobre la inflación reactiva el consumo interno, en contra de lo que por mucho tiempo argumentó el Fondo Monetario Internacional.

Otro aspecto destacable es que se está realizando la Conferencia Nacional del Trabajo Decente, que son 2.000 conferencias municipales, o sea todo un movimiento de diálogo y construcción en la perspectiva del Trabajo Decente. Es de destacar también que el sindicalismo y el gobierno están haciendo cooperación con el sindicalismo del Cono Sur y de África, lo cual resulta muy importante ahora que Europa ha empezado a disminuir la cooperación a estos países.

Es toda una revolución en términos de la lucha democrática, que se da porque hay un gobierno progresista, a partir de una política de carácter socialdemócrata.

Y en el campo del desarrollo humano y la equidad social los avances de Brasil también son impresionantes. ¿Cuáles indicadores destacaría usted?

En los últimos diez años 27 millones de personas pasaron de la miseria absoluta a la clase obrera; 36 millones de la clase obrera pasaron a la clase media, y se crearon 15 millones de nuevos empleos. Además existe la llamada “Bolsa familia”, que es una renta básica para las familias más pobres, que cubre más de 10 millones de personas.

Ahora, ¿cuál es la estrategia del movimiento sindical para agremiar y proteger a esos 27 millones de nuevos trabajadores, y cuál es la atracción para los 36 millones de clase media?, porque hay que darle una salida organizada a eso. Ya hay estrategias. El sindicalismo ha decidido ir a fondo para construir organización, entendiendo que están en un proceso. Como también están en el plan de ubicarse en la industria petrolera en plena expansión. Hay sí una preocupación, y es que algunas empresas se están yendo de Brasil a Centroamérica para producir más barato, calzado y textiles principalmente.

¿Cuál es su visión de Argentina, que cifras presenta?

Argentina tiene una tradición histórica de diálogo social. Hoy la tasa de afiliación sindical es de 40%, y la cobertura de la negociación colectiva es del 60%, y ha fortalecido la negociación por rama. En el 2010 se homologaron 1.578 convenios y en el 2011 fueron 1.800. Son cifras importantes. En cuanto al empleo, el país no recurrió a la flexibilización y aumentó salarios por encima de la inflación; además adoptó una estrategia de seguridad en el trabajo para el período 2011-2015. La presidenta Kirchner, mediante decreto concertado con el movimiento sindical, declaró el 2011 como el año del Trabajo Decente, la salud en el trabajo y la seguridad de los trabajadores, lo que convierte a Argentina en el primer país en adoptar una estrategia de este tipo. Se ratificaron los convenios 102 de OIT sobre seguridad social y el 155 sobre seguridad y salud de los trabajadores.

¿Y qué está pasando en Chile, qué datos tiene?

Chile tiene un ingreso per-cápita cercano a 15 mil dólares, más alto que Brasil. Pero en materia sindical y laboral arrastra el lastre de la dictadura. Todavía hay una franja de la población que defiende esa etapa oscura, y se afirma que es lento el ritmo de la concertación para afianzar acuerdos y dar saltos cualitativos. Está obstruido el sindicalismo por rama, y sólo hay sindicatos en el 5.5% de las empresas, y de éstos están inactivos la mitad. Los sindicatos tienen en promedio 87 afiliados, con excepción del magisterio, sector público y minero. Aún así la tasa de afiliación sindical es del 13.6%, más del doble de Colombia.

El actual gobierno, que es de la derecha, habilita 56 escenarios de diálogo social, pero la negociación colectiva es marginal, está a la par de Colombia, solamente cobija el 4%, unos 250 mil trabajadores. Y el mayor indicador d
e diálogo social de un país es la negociación colectiva, ésta es esencial en cualquier democracia.

Pero la movilización social ha tenido un gran repunte en Chile. ¿Qué piensa de ella?

La movilización tuvo un repunte desde el 2006, con 136 huelgas, 146 en el 2007, 159 en el 2008, 172 en el 2009, y a partir del 2010 crece exponencialmente, se desató una ola de protestas muy importantes, muchos paros. La gente manifestó sus reclamos en el marco de un gobierno de derecha. Pero son protestas no articuladas.
Los trabajadores recurren mucho a la OIT con el anhelo de encontrar respuestas. Pero la OIT es un instrumento que ayuda pero no reemplaza, son los propios trabajadores con sus procesos organizativos los que tienen que lograr sus reivindicaciones.
En Chile el movimiento estudiantil rebasó al movimiento sindical, bajo la bandera del derecho a la gratuidad de la educación. Es de tal dimensión la protesta, que hasta en los barrios de clase media-alta se sintieron las protestas. Eso obligó al gobierno a aprobar un presupuesto importante para educación, como nunca antes. Ha habido otros avances, como el aumento del 7% en la mesada de los pensionados; la lucha que de tiempo atrás han hecho las mujeres se concretó en un período de 6 meses de maternidad pagada; se lograron acuerdos laborales en el sector minero.

Ahora hablamos de Uruguay, otro país que tiene avances laborales y sindicales muy importantes.

Uruguay este año tendrá 420 mil trabajadores sindicalizados, una tasa del 36%, la mayor de América Latina. Antes del gobierno progresista de Tabaré Vásquez creo que no llegaban a 90 mil los sindicalizados. Con este gobierno se afianzó el diálogo social. Sin embargo, los empresarios son fuertes  y manifiestan su descontento con la ley de negociación colectiva. Demandaron el Convenio 87. Pusieron una queja ante la OIT por vulneración de este convenio, argumentando que resultaron afectados por la negociación colectiva por rama acordada entre el gobierno y los trabajadores.  

Entre los países del Cono Sur Paraguay es el más atrasado en el tema laboral y sindical, ¿qué indicadores hay?

En Paraguay el índice de pobreza es bastante alto, como efecto de la dictadura, que fue muy fuerte. Mantuvo cerrado ese país muchos años. Hoy existen 14 escenarios de diálogo social. La negociación colectiva cobija sólo al 4% de los trabajadores. El 49% de los trabajadores reciben menos del salario mínimo, porcentaje similar al de Colombia, y el 20% de las mujeres trabajan en el servicio doméstico. Hoy hay un gobierno progresista, que está trabajando en la creación del Ministerio de Trabajo. Y en el plano sindical, hay 6 centrales sindicales, desarticuladas, con tenue relación entre ellas. Algunas no se hablan con las otras.

Después de este “viaje” panorámico por los países del Cono Sur, ¿qué conclusiones podríamos sacar?

Podemos decir que los logros de países como Brasil, Argentina y Uruguay son incontrovertibles, y demuestran que es posible avanzar en conquistas sociales y sindicales. Pero que solo el crecimiento económico no resuelve los problemas sociales. La economía de Perú, por ejemplo, creció 7%, pero la redistribución del ingreso fue menor, al igual que en Colombia. Por eso la lucha por la equidad y la redistribución de la riqueza es vital.

Es importante el carácter político de la lucha sindical, porque el sindicalismo no puede perder su perspectiva, debe jugar a fondo en la lucha por la democracia. Pueden hacer  reclamos como metas reivindicativas en términos laborales, sin ninguna consideración política, y seguramente sacaran uno o dos puntos. Pero si no solucionan el tema de la real democracia o de la gobernabilidad, entonces las demandas de los trabajadores van a ser más difíciles de conseguir.

Finalmente, ya ha hablando de Colombia, el movimiento sindical colombiano viene en una discusión de si hacer oposición o interlocución frente al gobierno Santos. ¿Qué hacer, en su concepto?

El movimiento sindical es interlocución, independientemente del gobierno que haya. La perspectiva es fortalecer la negociación colectiva y el diálogo social en la línea de construir respuestas, tanto para los trabajadores como para la sociedad. Se puede ser oposición, sin descartar las posibilidades de acuerdos.

Cuando hay condiciones para lograr acuerdos, hay que hacerlos. El sindicalismo es para negociar. Hay una diferencia enorme entre la movilización para la confrontación y la movilización para la concertación. Esas son políticas que dan el norte del sindicalismo.

Ahora, el diálogo social es más difícil, más lento, pero un acuerdo concertado genera espacios para nuevos acuerdos, porque hay confianza. Sirve poco que un presidente  incremente en el 20% los salarios si desconoce el movimiento sindical. Es preferible un incremento salarial menor, pero concertado y negociado con los interlocutores sociales. Ni dictadura de izquierda ni de derecha, sino democracia fluyendo.

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