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Informe especial: Las protestas de los maestros y la calidad de la educación en Colombia. 2° entrega

2006
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Agencia de Información Laboral

La Ley 715 de 2001 y el decreto 1278 de 2002 acentuaron la subvaloración de la profesión docente en Colombia. Hoy pocas personas estarían dispuestas a estudiar una licenciatura por las malas condiciones laborales que padecen los miembros del magisterio. La voluntad política del Estado y la unión del movimiento sindical son los insumos necesarios para poner fin a una larga historia de maltratos en contra de los maestros colombianos.

Cuando se conocieron los malos resultados que obtuvo Colombia en la pruebas PISA del año 2013, los representantes del Establecimiento no tardaron en dar sus apreciaciones sobre los responsables de la mala calidad educativa de los alumnos colombianos. Gabriel Silva Luján, ex ministro de Defensa y ex embajador de Colombia en Estados Unidos, escribió en El Tiempo una columna que tituló “Pisados por Fecode”, en la que se preguntaba: “Se imaginan el país que tendríamos si se enviara a buen retiro al 30% de los maestros, aquellos que carecen de las condiciones para educar a las próximas generaciones de colombianos…” Además de calificar de “ineptos” a los educadores, Silva dice que Fecode es el gran culpable del atraso educativo del país y de ninguna manera las partidas presupuestales que le gira el Estado al sector.

Las palabras de Silva Luján dan cuenta del profundo desconocimiento que tienen las clases dominantes del país sobre un proceso histórico que ha tenido a los maestros como una de sus mayores víctimas. Si bien es cierto que el estatus social de los educadores en Colombia siempre ha sido deficiente, existe un punto de inflexión que empezó a manifestarse en el presente siglo, con la expedición de la Ley 715 de 2001, que traslada el modelo neoliberal al sistema educativo mediante recortes presupuestales, y con el decreto 1278 de 2002, que regula la profesión docente.

Fernando Ospina, presidente de la Asociación de Institutores de Antioquia, recuerda que en el pasado el maestro era símbolo de autoridad, incluso tenía el aval social para castigar a los estudiantes de mal comportamiento. Fue la época en la que se acuñó la frase: “la letra con sangre entra”. Aunque esto bien puede considerarse un extremo, el escenario que predomina ahora, con la intromisión de las políticas neoliberales al sector educativo, dio el giro hacia el extremo opuesto.

Según Jaime Montoya, presidente de la CUT Antioquia, hoy los maestros no tienen siquiera la potestad de decidir si un estudiante cumplió los logros necesarios para avanzar en sus estudios, porque la promoción automática los obliga a dar prelación a los recursos del Estado antes que al proceso y la evolución particular de cada estudiante.

La vulneración de la autonomía docente con medidas como la promoción automática y el cumplimiento estricto de los lineamientos curriculares y de las órdenes de los rectores por parte de los maestros, han desprofesionalizado la docencia. “Cada vez las reformas educativas llaman a que el profesor sea un productivista, alargue jornadas de trabajo, a que tenga una especie de rol de trabajador material en la escuela”, explica Edgar Ramírez, profesor de la Universidad Nacional de Colombia y doctor en Educación y Sociedad.

A lo anterior se suma a la llegada al sistema educativo de otros profesionales que no se han especializado en pedagogía y que acuden a la docencia como un “escampadero” ante la falta de oportunidades laborales en sus carreras; panorama que apunta a la idea de que cualquiera puede ser maestro. Y así, en palabras de Carlos Julio Díaz, asesor de la Escuela Nacional Sindical, el educador se convierte en una figura de quinta categoría. 

Las licenciaturas no son opción

El poco estatus social del maestro y las malas condiciones laborales que debe soportar, convirtieron las licenciaturas en educación en carreras poco atractivas. Profesiones como medicina, ingeniería, derecho, comunicación social atraen a los mejores bachilleres porque los jóvenes saben que sus conocimientos serán mejor valorados socialmente.

Carlos Soto Lombana, decano de la Facultad de Educación de la Universidad de Antioquia, señala que en el último examen de admisión se presentaron 1.600 aspirantes a las diferentes licenciaturas en educación, pero solo el 7% ganó la prueba. El contraste con el pregrado de Medicina es notorio. A esta carrera en la Universidad de Antioquia se presentan cerca de 8 mil bachilleres, y la Facultad se da el lujo de escoger a los mejores 140.

A tal punto ha llegado la problemática, que el 70% de los 2.400 estudiantes de la Facultad de Educación pasaron por segunda opción, es decir, no era su propósito inicial ingresar a esta facultad, pero el puntaje obtenido en el examen de admisión no fue suficiente para aspirar a otros pregrados. En resumen: un gran número de estudiantes de licenciaturas en educación no tienen vocación para la docencia, mientras que por otro lado hay estudiantes que sí tienen la vocación, pero se sienten más valorados y mejor remunerados en otras profesiones.

Tal panorama no es exclusivo de la Universidad de Antioquia, incluso en la Universidad Pedagógica Nacional de Bogotá, los estudiantes toman un cupo en alguna licenciatura para nivelarse académicamente y poder presentarse posteriormente a carreras en la Universidad Nacional.

Tan poco atractivas son las licenciaturas en educación, que el peso de la enseñanza de ellas recae en las universidades públicas, porque las privadas, salvo pocas excepciones, han optado por no abrir pregrados afines. Para las clases altas resulta poco atractivo entrar a una carrera que no les garantiza las condiciones de vida y el nivel socioeconómico que ya tienen.

Diego Alberto Quiroz, maestro del Centro Formativo de Antioquia, CEFA, dice que de sus 400 estudiantes de grados décimo y undécimo, solo 7 quieren ser docentes en el futuro, en contraste con 225 que optan por medicina. “Mientras la labor del docente no tenga un reconocimiento público tangible, que llegue hasta el maestro de los municipios y las veredas, se dificulta fortalecer la pedagogía”, anota.

El decano Carlos Soto Lombana explica que la gran mayoría de los estudiantes de las facultades de educación son jóvenes de escasos recursos, egresados de colegios públicos con un nivel académico bajo. Aunque para ellos entrar a una universidad y conseguir un título de educación superior ya es un logro importante, las cifras del ICFES muestran que son los profesionales con peores desempeños en casi todas las áreas del conocimiento. Estas condiciones desventajosas para los estudiantes de licenciaturas difícilmente pueden cambiar en el mundo laboral. 

El sistema no da para más

Desde noviembre de 2013 la Facultad de Economía de la Universidad de Antioquia realiza un estudio contratado por la Gobernación de Antioquia, el cual pretende determinar la relación entre las condiciones laborales de los maestros del departamento y el desempeño académico de los estudiantes.

Aunque la investigación todavía está inconclusa, los resultados parciales verifican la hipótesis, ya conocida, de que el sistema educativo solo puede mejorar si se brindan mejores entornos laborales y mayor calidad de vida a los maestros de la educación pública preescolar, básica y media.

Según Mauricio López, coordinador del proyecto, el análisis de 117 de los 125 municipios de Antioquia ha revelado que en los colegios cuyos maestros tienen vivienda propia, la calidad académica de los estudiantes es mayor. La investigación también determinó que los maestros con estabilidad laboral, que no son sometidos a múltiples traslados, tienen mayores oportunidades de brindar una educación de calidad a sus estudiantes.

En oposición a las consideraciones de personajes como Gabriel Silva Luján, que creen que los maestros más antiguos son “ineptos”, la investigación de la Universidad de Antioquia determinó que los profesores con mayor experiencia brindan mejor educación que quienes recién incursionan en la docencia.

Aunque son múltiples las variables que pueden seleccionarse para establecer determinantes de calidad, la investigación liderada por el profesor López revela una realidad abrumadora: casi todos los maestros del departamento tienen un alto grado de insatisfacción laboral, lo que dificulta establecer comparaciones útiles a los propósitos del estudio.

La Fundación Compartir, que lidera el empresario Pedro Gómez Barrero,  también adelantó un estudio, que tituló “Tras la excelencia docente”, en el que formula una propuesta de perfeccionamiento del sistema educativo colombiano tomando al maestro como centro del mismo.  Señala 5 líneas de mejoramiento: formación previa al servicio, selección de los futuros maestros, evaluación, formación en servicio y remuneración y reconocimiento. Aunque este estudio recoge elementos del panorama develado por el presente informe, y propone algunas mejoras en las condiciones de vida del maestro, no abandona el enfoque productivista que caracteriza al actual sistema educativo, en el que el educador no es más que un instrumento o un simple intermediario.

Un interesante detalle del informe de la Fundación Compartir tiene que ver con los países mejor calificados en las Pruebas Pisa 2009: Singapur, Corea del Sur, Canadá y Finlandia. El análisis de las diferentes variables estudiadas reveló que en estos países los maestros gozan de amplia libertad y autonomía para el ejercicio de su profesión, tienen estímulos para su formación académica, y lo más importante: sus salarios son similares a los de médicos e ingenieros, lo que da cuenta de la importancia social que allí tiene la figura del educador. Con la salvedad de que 3 de los 4 países mencionados tenían hasta hace poco economías precarias, y justamente la mayor inversión en el sistema educativo estatal —señala el informe— fue el motor de desarrollo que les permitió mejorar su posicionamiento en la economía mundial.

Al respecto, el decano de la Facultad de Educación de la Universidad de Antioquia, Carlos Soto Lombana, argumenta que “el tema no se resuelve solo con mejorar el salario de los profesores, o que los mejores bachilleres lleguen a las facultades de educación, o que los procesos de formación de los licenciados y los posgrados sean de mayor calidad. Yo creo que aquí hay unos aspectos estructurales más grandes, y que tienen que ver con el modelo político, social y económico del país. Mientras esos aspectos no se modifiquen, los otros elementos en relación con calidad educativa poco impacto van a seguir teniendo”.

Se requiere, por tanto, de mayor voluntad política del Estado colombiano para lograr un sistema de educación que atienda más las necesidades de la sociedad en su conjunto y no únicamente los requerimientos del sector productivo. Pero también es necesario un mayor activismo sindical que aproveche la gran base social con la que cuenta Fecode, que tenga más representatividad política de la mujer como género mayoritario en el magisterio y que evite la sobrepolitización que, como dice el profesor universitario Edgar Ramírez, puede invalidar a las organizaciones sindicales como interlocutores entre el magisterio y la sociedad en general.

De la efectividad que tengan estos cambios, depende la reivindicación y mejores condiciones de vida de los actores de transformación social más importantes que puede tener un país: sus maestros.

Publicado 21 de mayo 2014

1 COMENTARIO

  1. Excelente análisis de la situación de la profesión docente en el país. Es la triste realidad, asi nos duela en el alma la verdad debe ser conocida y difundida por todos los medios posibles
    Adelante compañero.

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