En Bogotá se ha hecho popular el uso de estos bicitaxis en los barrios donde las rutas de bus no tienen cobertura total y las calles son demasiado alargadas para el tránsito de los peatones. “La protesta es porque nos están persiguiendo y nosotros estamos prestando un servicio honradamente”, manifestó Luis Antonio Rodríguez, uno de los bicitaxis que se movilizó hasta la Plaza de Bolívar. Luis Antonio es un señor de edad bastante avanzada y, como él dice, a su edad es difícil conseguir un nuevo trabajo, “mantengo mi familia de este carrito”, sostiene, mientras señala el carrito pintado de amarillo con una silla adelante y una carcasa, para el pasajero, atrás.
“Todos los días nos mandan al tránsito para quitarnos los carritos y se los llevan a los patios, mientras una familia nos espera en la casa por el diario. Eso es quitarnos el derecho al trabajo”. Ellos aceptan que su trabajo es, de alguna forma, ilegal, pero argumentan que hace año y medio pasaron un proyecto a la Cámara de Comercio y a la fecha no han obtenido respuesta alguna. Los gobiernos tampoco les han prestado atención.
Estos hombres que se ganan la vida a punta de pedal sólo le piden a la Secretaria de Movilidad y la Policía que no los acosen. Lo ideal sería que los legalizaran, pero mientras eso llega bastaría un permiso provisional de trabajo que los proteja de la persecución. La realidad es que si el trabajo existe es porque la comunidad los necesita.
