La Unión Nacional de Empleados Bancarias explica este intrincado, pero necesario de entender, desbarajuste financiero. De acuerdo con la Uneb, las medidas que se tomaron inicialmente para salvar a la economía griega, en realidad, tenían como fin salvar a los bancos alemanes.
Los bancos griegos jugaron con activos intangibles financieros, como las hipotecas, sin prever una solidez económica en los hogares, que al final dio con el hundimiento general del mercado. Resulta que los bancos alemanes, conocidos como ‘la troika’, y los bancos franceses, en menor proporción, eran los acreedores de la banca griega. Cuando esta última es amenazada, el FMI y el Banco Central Europeo le lanza un salvamento millonario en recursos, pero su intención era sacar de la angustia a los bancos alemanes que poseen la deuda pública griega.
En consecuencia, considerar la salida de Grecia equivale a que este país recuperaría su soberanía monetaria, pero sin respaldo por falta de sostenibilidad económica frente a divisas extranjeras, es decir, optarían por una nueva moneda sin valor internacional. El problema vendría para los otros países, porque lo más probable es que los griegos se nieguen a pagar la deuda que tienen con los bancos extranjeros, nacionalizarían la banca y todos los activos enajenados en el pasado. Grecia se dedicaría exclusivamente a limpiar el balance, a recuperar su economía y a cumplir con su población con pago de inversiones. Esto, obviamente, perjudicaría a Alemania y a Francia, principalmente. De ahí que los griegos sean víctimas del asedio de todo el mundo, incluyendo Estados Unidos, hasta a la hora de elegir al nuevo presidente.
El otro efecto es si queda. El fondo de estabilidad europeo no tiene plata suficiente para responder una eventual caída de Irlanda, Portugal, España e Italia, economías muchísimo más grandes, todas en peligro por diferentes situaciones. Salvar con más plata a Grecia significaría un efecto dominó que se extendería por el Mediterráneo y afectaría gravemente al resto de Europa. Las salidas se siguen vislumbrando, lo cierto es que ningún país parece tomar las decisiones correctas, pues hasta Merkel se tambalea en su silla.