La historia a veces parece enseñar que los países aprenden poco de sus historias. Pero dado que en la historia de América abundan las experiencias de países que pasaron por booms económicos causados por los altos precios de sus recursos naturales de exportación, parece razonable recoger las enseñanzas de la historia para no repetir los mismos errores.
Si los términos de intercambio se mantienen negativos por un periodo prolongado, los países entran en crisis de deuda externa.
Los ciclos económicos mundiales alteran la balanza comercial de los países. La diferencia entre el valor de las exportaciones y el costo de las importaciones es conocida como términos de intercambio. Cuando los precios de las exportaciones caen, los países sufren de déficits comerciales, que a menudo solventan con créditos en el exterior, alimentando así la deuda externa.
Si los términos de intercambio se mantienen negativos por un periodo prolongado, los países entran en crisis de deuda externa. Eso fue lo que vivió América Latina en los 80 y que generó aumentos importantes de la pobreza y redujo la capacidad del Estado para ir en ayuda de los más necesitados.
Pero cuando los términos de intercambio son positivos, los países pueden acumular reservas internacionales y pagar su deuda externa. Eso es lo que ha pasado en los últimos 10 años. La mayoría de los países de la región ha vivido periodos de rápido crecimiento impulsados por sus sectores exportadores. Los superávit comerciales han contribuido a revalorizar las monedas nacionales y han llenado las arcas estatales de dólares. La mayoría de los países de la región ha sido capaz de pagar sus deudas externas. De hecho, muchos ya son acreedores netos. Esto es, tienen más reservas internacionales guardadas en sus bancos centrales que deuda externa.
Pero los años de vacas gordas no duran para siempre. Aún hoy que parece que los términos de intercambio seguirán siendo positivos por varios años, resulta razonable aprender de la historia que los vientos no soplan para siempre en dirección favorable. Más temprano que tarde volverán ciclos económicos mundiales menos propicios para América Latina. Las importaciones superarán a las exportaciones y las balanzas comerciales tendrán nuevamente números rojos. Es verdad que parece improbable que esto ocurra en el corto y mediano plazo. Pero eventualmente ocurrirá.
Como una familia que se prepara para el invierno cuando el clima es todavía favorable, los países de la región debieran tomar las medidas para que cuando lleguen los malos años, las economías—y los más pobres—no sufran las inclemencias del mal tiempo regional. Es mucho mejor realizar los arreglos de una casa en el verano y no cuando llueve y hace frío en invierno. Lo mismo es válido para las economías nacionales. Las reformas hay que hacerlas en periodos de expansión y crecimiento.
La experiencia comparada es contundente. Grecia o España estarían en una posición mucho mejor si hubieran hecho sus reformas cuando la economía crecía. Ahora que la situación es apremiante, resulta más difícil y costoso hacer las reformas.
Los países de América Latina necesitan realizar reformas a sus economías para hacerlas más competitivas y productivas. Pero ya que los gobiernos tienen acceso a dinero fácil—producto de los altos precios de sus exportaciones—muchos países caen en la tentación de no hacer las reformas. Es más, varios gobiernos de la región usan dinero de las exportaciones para financiar programas sociales. Así, utilizan recursos temporales para financiar gasto permanente. Cuando los vientos de la economía mundial giren y las necesidades sociales de los países aumenten, estos gobiernos tendrán más necesidad de ir en ayuda de las personas con necesidades pero tendrán una billetera mucho menos abultada para hacerlo.
En la fábula de Esopo de la hormiga y la cigarra, sólo la hormiga se preparó para el invierno, mientras la cigarra desperdició el verano cantando y disfrutando de la vida. En la versión original, cuando llega el invierno, la hormiga se compadece de la cigarra y le da protección. En la versión más reciente de Samaniego y de la Fontaine, la hormiga no se compadece de la cigarra. Cuando lleguen los años de vacas flacas a América Latina, muchos países que no están haciendo hoy las reformas que necesitan hacer para aumentar su competitividad, para mejorar su infraestructura y para ampliar la cobertura y la calidad de la educación, la salud y las pensiones sufrirán las consecuencias de su irresponsable accionar actual.
Es verdad que cuando los vientos soplan de forma favorable nadie quiere pensar que los buenos tiempos se terminarán. Pero la historia de la región nos ha enseñado que los ciclos económicos no son eternos y que, lamentablemente, en años anteriores la región no supo aprovechar los buenos años para prepararse adecuadamente para enfrentar los años de vacas flacas que inevitablemente llegan después de un prolongado periodo de crecimiento económico causado por la alta demanda que existe por los productos de exportación de la región.